viernes, 2 de mayo de 2014

Giovanni Papini

EL MISTERIO DE RIFEO

Entre los misterios de la Divina Comedia figura también el de la presencia del troyano Rifeo en el cielo de Júpiter, es decir, de los justos. Pero es uno de aquellos misterios, de los muchos, de los tantísimos misterios que desdeñan los dantistas, dantólogos y dantómanos. No obstante, el propio Dante había puesto sobre aviso a sus futuros comentadores con los versos del terceto que en el canto XX dedica a Rifeo:
Chi penserebbe giù nel mondo errante
che Rifeo Troiano in questo tondo
fosse la quinta delle luci sante?
Rifeo es una de las luces que dibujan el ojo del águila de la justicia y se halla en compañía de dos santos hebreos -David y Ecequías- y de dos cristianos -Constantino y el rey Guillermo de Sicilia-. También está Trajano emperador, que nunca recibió el bautismo; pero Dante podía invocar en su favor el milagro narrado por San Gregario Magno, quien lo hizo resucitar para que fuera digno,

merced a un acto póstumo de fe, de ser admitido entre los fieles de Cristo.
Más, el caso de Rifeo es absolutamente inexplicable. Rifeo es un troyano, esto es, pagano, y no cuenta siquiera con el apoyo de ninguna leyenda o tradición cristiana. Sólo Virgilio lo recuerda en el segundo canto de su Eneida y muy poco dice de él: la única noticia que poseemos acerca de este guerrero caído en defensa de su patria es que era muy justo y muy devoto (iustissimus... et servantissimus, Eneida, II, 426).
Y quizás en estos dos superlativos elogiosos radica la solución del enigma. Para Dante, Roma es sagrada y necesaria lo mismo que Jerusalén, y Roma fué fundada por los troyanos fugitivos que se llevaron consigo a los Penates. Rifeo, muerto en defensa de Troya, se ha sacrificado sin saberlo para que se salvara el futuro fundador de Roma, Eneas. Y como las virtudes que según Dante hicieron dignos a los romanos de ser custodios del Imperio y custodios de la Iglesia eran, en los tiempos áureos, la aequitas y la pietas, está claro que Rifeo representa ya en símbolo e in nuice al auténtico héroe romano, amante de la justicia y de la divinidad.

Dante, que a pesar de la estadística un tanto regionalista de sus personajes, siente la historia del mundo como visión ecuménica, quiso que en lo alto del Paraíso estuviera representada también el alma pagana, en cuanto tenía de más noble, de más puro y de más sagrado. El oscuro Rifeo, inesperadamente elevado a una de las esferas del Paraíso cristiano, es viviente y visible profeta de aquella paganidad que fue, por algunos aspectos y en algunos espíritus, una cristiandad antes de Cristo