EL MISTERIO DE RIFEO
Entre los misterios de la Divina
Comedia figura también el de la presencia del troyano Rifeo en el cielo de
Júpiter, es decir, de los justos. Pero es uno de aquellos misterios, de los
muchos, de los tantísimos misterios que desdeñan los dantistas, dantólogos y dantómanos. No obstante,
el propio Dante
había puesto sobre aviso a sus futuros comentadores con los versos del terceto
que en el canto XX dedica a Rifeo:
Chi penserebbe giù nel mondo errante
che Rifeo Troiano in questo tondo
fosse la quinta delle luci sante?
Rifeo es una de las luces que dibujan el
ojo del águila de la justicia y se halla en compañía de dos santos hebreos
-David y Ecequías- y de dos cristianos -Constantino y el rey Guillermo de
Sicilia-. También está Trajano emperador, que nunca recibió el bautismo; pero
Dante podía invocar en su favor el milagro narrado por San Gregario Magno,
quien lo hizo resucitar para que fuera digno,
merced a un acto póstumo de fe, de ser admitido entre los
fieles de Cristo.
Más, el caso de Rifeo
es absolutamente inexplicable. Rifeo
es un troyano, esto es, pagano, y no cuenta siquiera con el apoyo de ninguna
leyenda o tradición cristiana. Sólo Virgilio
lo recuerda en el segundo canto de su Eneida y muy poco dice de él: la única noticia que
poseemos acerca de este guerrero caído en defensa de su patria es que era muy
justo y muy devoto (iustissimus... et servantissimus, Eneida, II, 426).
Y quizás en estos dos superlativos elogiosos radica la
solución del enigma. Para Dante,
Roma es sagrada y necesaria lo mismo que Jerusalén, y Roma fué fundada por los
troyanos fugitivos que se llevaron consigo a los Penates. Rifeo, muerto en defensa de Troya, se ha
sacrificado sin saberlo para que se salvara el futuro fundador de Roma, Eneas. Y como las
virtudes que según Dante
hicieron dignos a los romanos de ser custodios del Imperio y custodios de la Iglesia eran, en los
tiempos áureos, la aequitas
y la pietas,
está claro que Rifeo
representa ya en símbolo e in nuice al auténtico héroe romano, amante de la
justicia y de la divinidad.
Dante, que a pesar de la estadística un
tanto regionalista de sus personajes, siente la historia del mundo como visión
ecuménica, quiso que en lo alto del Paraíso estuviera representada también el
alma pagana, en cuanto tenía de más noble, de más puro y de más sagrado. El
oscuro Rifeo,
inesperadamente elevado a una de las esferas del Paraíso cristiano, es viviente
y visible profeta de aquella paganidad que fue, por algunos aspectos y en
algunos espíritus, una cristiandad antes de Cristo