Para ser Peronistas deben tener algo que nace con el individuo ser humildes, solidarios, justos. Nada de esto caracteriza a este régimen "trosko".
Les dejo estas reflexiones de Evita para que dejen de manosearla. Esto es ser peronista, es un sentimiento que Ella define maravillosamente, por esto y mucho más es GRANDE.
UN DÍA MARAVILLOSO - La Razón de mi Vida, Eva Perón
Todos, o casi todos, tenemos en
la vida un "día maravilloso". Para mí, fue el día en que mi vida
coincidió con la vida de Perón.
El encuentro me ha dejado en mi
corazón una estampa indeleble; y no puedo dejar de pintarla porque ella señala el comienzo de mi verdadera vida.
Ahora sé que los hombres se
clasifican en dos grupos: uno, grande, infinitamente numeroso, es el de los que
afanan por las cosas vulgares y comunes; y que no se mueven sino por caminos
conocidos que otros ya han recorrido. Se conforman con alcanzar un éxito. El
otro grupo, pequeño, muy pequeño, es el de los hombres que conceden un valor
extraordinario a todo aquello que es necesario hacer. Estos no se conforman
sino con la gloria. Aspiran ya el aire del siglo siguiente, que ha de cantar
sus glorias y viven casi en la eternidad.
Hombres para quienes un camino
nuevo ejerce siempre una atracción irresistible. Para Alejandro fue el camino
de Persia, para Colón el camino de las Indias, para Napoleón el que conducía al
imperio del mundo, para San Martín el camino llevaba a la libertad de América.
A esta clase de hombres
pertenecía el hombre que yo encontré.
En mi país lo que estaba por
hacer era nada menos que una revolución.
Cuando la "cosa por
hacer" es una revolución, entonces el grupo de hombres capaces de recorrer
ese camino hasta el fin se reduce a veces al extremo de desaparecer.
Muchas revoluciones han sido iniciadas
aquí y en todos los países del mundo. Pero una revolución es siempre un camino
nuevo cuyo recorrido es difícil y no está hecho sino para quienes sienten la
atracción irresistible de las empresas arriesgadas.
Por eso fracasaron y fracasan
todos los días revoluciones deseadas por el pueblo y aún realizadas con su
apoyo total.
Cuando la segunda guerra mundial
aflojó un poco la influencia de los imperialismos que protegían a la oligarquía
entronizada en el gobierno de nuestro país, un grupo de hombres decidió hacer
la revolución que el pueblo deseaba.
Aquel grupo de hombres intentaba,
pues, el camino nuevo; pero después de los primeros encuentros con la dura
realidad de las dificultades... y "la Revolución" fue quedando poco a
poco en medio de la calle, en el aire del país, en la esperanza del pueblo como
algo que todavía era necesario realizar.
Sin embargo, entre los gestores
de aquel movimiento, un hombre insistía en avanzar por el camino difícil.
Yo lo vi aparecer, desde el
mirador de mi vieja inquietud interior. Era evidentemente distinto de todos los
demás. Otros gritaban "fuego" y mandaban avanzar.
Él gritaba "fuego" y
avanzaba él mismo, decidido y tenaz en una sola dirección, sin titubear ante
ningún obstáculo.
En aquel momento sentí que un grito
y su camino eran mi propio grito y mi propio camino.
Me puse a su lado. Quizás ello le
llamó la atención y cuando pudo escucharme, atiné a decirle con mi mejor
palabra: Si es, como usted dice, la causa del pueblo su propia causa, por muy
lejos que haya que ir en el sacrificio no dejaré de estar a su lado, hasta
desfallecer.
Él aceptó mi ofrecimiento.
Aquél fue "mi día maravilloso".