Evita, en sus clases sobre Historia del Peronismo,
postulaba que Licurgo bien podría ser considerado un precursor del
justicialismo. Consideraba que había que estudiarlo y comprenderlo. En efecto,
Licurgo “fue quien realizó, tal vez por primera vez en el mundo, el ideal
justicialista que establece que la tierra debe ser del que la trabaja. Es así,
como Licurgo repartió la tierra de los espartanos en partes iguales; y se dice
que, en los tiempos de cosecha, Licurgo comentaba, al ver todas las parvas
iguales, que parecía que la Laconia era una herencia que se había repartido
entre hermanos, porque todas las parvas de toda la Laconia eran iguales.”
Señalaba, además, que para que existieran menos pobres y menos ricos, hizo
desaparecer el dinero. La revolución económica consistía en acuñar monedas de
hierro para que desaparecieran la codicia y la avaricia. Más aún, para destruir
el distingo de clases, dictó una ordenanza que obligaba que todas las puertas
fueran iguales tanto en las mansiones señoriales como en las humildes casas.
Gracias a esto, Esparta tenía conciencia social. Cada
uno se sentía responsable del destino común. Tenían personalidad individual y
organización social. Pero todavía no era el justicialismo. Ese era el
espartano: “Pero frente al espartano podemos oponer a la masa de los ilotas,
que sumaban más de 200.000, y estaban excluidos (…) no tenían condición de
pueblo, no podían reunirse, llevar armas, salir de noche y, como se
multiplicaban terminaron por autorizar a los jóvenes la cacería de ilotas un
día al año”.
De tal modo, el ejemplo de Esparta sirve para
ilustrarnos sobre la lucha de los pueblos “para pasar de la esclavitud a la
libertad, de la explotación a la igualdad y de ser un animal de trabajo a
sentirse y ser hombres”.