lunes, 14 de abril de 2014

Ni Yanquis Ni Marxistas

Se continúa con la publicación del compañero Diego Mazzieri, (la numeración en negrita corresponde al número de pagina del libro)
Ni bien asumido ilegítimamente el General Lonardi, comenzó a esgrimir su supuesto interés por la defensa del petróleo. Dijo que si el país necesitaba petróleo el estado sería el que lo iba a extraer. La situación objetiva del asunto era la siguiente:
En cuarenta años, YPF había alcanzado solo a producir el 40 % de los requerimientos nacionales del petróleo. Durante el gobierno peronista, YPF aumentó como nunca antes, el rendimiento de producción, no obstante las necesidades industriales también se incrementaban.
El mismo Perón decía que la necesidad por año era de 9 millones de metros cúbicos, delos cuales YPF producía solo 4 millones y el país importaba 5 millones. Los trabajadores hacia 1954 ya planteaban al gobierno que se avecinaba un conflicto futuro porque los requerimientos industriales de hidrocarburos iban en ascenso.
Lonardi manifestó su intención de extraer petróleo, pero el General Revolucionario jamás explicó cómo lo haría. El país no contaba de maquinarias. YPF había alcanzado a producir en 1955, 9 millones de metros cúbicos, y acorde al ritmo de crecimiento en 5 años se requeriría 14 millones más, y en 10 años nada menos que 29 millones más. La cuestión era que bajo el gobierno de un estadista, se requerían políticas de estadistas: Perón preveía los crecimientos como metas acordes a los proyectos de sus planes quinquenales.
El General Lonardi si bien murió pronto después, nunca jamás explicó cuál sería la solución de ese problema. Tal vez creía en los: ¡abracadabra patas de cabra, planté un huevo y saqué nafta! (35).

Igualmente, la historia demostró que hubo una solución a la carencia de hidrocarburos. Se comenzó con el desguace de las industrias, de los servicios públicos. Así ya no habría más tales necesidades de extracción.
Decía Perón en su obra “La Fuerza es el Derecho de las Bestias”, que los revolucionarios fueron “nacionalistas de opereta”, porque hacían tanto mal al país con sus estupideces como los colonialistas con su viveza. Unos negativos y otros excesivamente positivos, representaban un flagelo para la economía del país.
Lonardi, en nombre de la dictadura militar dijo: “para salvar la situación el gobierno depuesto entró en tratos inadmisibles que el país entero ha repudiado y han consternado a la opinión pública”.
Los “Tratos Inadmisibles”, en realidad, eran dichos contratos con la Standard Oil de California, por los cuales se contrataban con esta compañía la locación de servicios para la extracción de petróleo para YPF mediante el pago del uno por ciento (1 %) de beneficio justo. No hace falta ser jurista para saber que una locación de servicios no da derecho a posesión de ninguna forma… cualquiera que arriende, o que sea inquilino, o que contrate con un arquitecto, sabe que ese arrendatario, locatario o arquitecto no es dueño de la propiedad en cuestión.
Otra de las cuestiones era que en una década, el país debía pagar en importación de petróleo, 8 mil millones de dólares, cifra tan cuantiosa para la época y la situación argentina, como impagable.
Allí surgió la respuesta de los libertadores al asunto: ¡empréstitos! O sea que los genios nacionalistoides, protectores del petróleo, tomarían medidas económicas tan liberales como anti nacionales, pues, en su afán por defender el recurso natural hipotecarían al país (con lo que las deudas externas representaron siempre para el mundo: hambre, usura, hipoteca y colonización eterna). Una cifra menor se convierte pronto en impagable por la lógica de la usura. Fue así que los libertadores nos hicieron ingresar manu militari en el Fondo Monetario Internacional, solicitando un empréstito innecesario que hasta el día de hoy fue, es y será impagable. La consigna: una supuesta defensa del petróleo. La consecuencia: una colonización foránea de la nación toda, en el intento.
Somos nacionalistas, pero no somos tontos
Para terminar con este mito del Perón liberal, del Perón que llama a la inversión foránea despiadada, es oportuno traer a colación la primera conferencia de prensa convocada por el Teniente General Juan Perón con los representantes de los medios de comunicación acreditados en Casa de Gobierno, realizada el 20 de diciembre de 1973. (36)
En ese acontecimiento, un periodista le pregunta al Presidente: – “hace más de un año exactamente en agosto de 1972, usted produjo un documento destinado a la opinión pública y a las Fuerzas Armadas, por el que hacía una convocatoria al acuerdo para la Reconstrucción Nacional y fijaba como objetivo el desplazamiento del poder económico y financiero vinculado a la dependencia y a la estrategia hemisférica de Estados Unidos. Hoy aquí, diciembre de 1973, ¿considera usted que se han logrado los objetivos de esa convocatoria?
Claramente, el Presidente Perón, fijó con su respuesta su postura propia a la unidad de concepción que lo guio toda su vida: “esa convocatoria no fue hecha para lograr eso en seis meses, que es el tiempo transcurrido hasta ahora.
Nosotros no queremos perseguir a las compañías extranjeras, sean ellas norteamericanas o de cualquier otro país. Lo que queremos es que esas compañías no descapitalicen a la República Argentina, ni interfieran en el gobierno político de la Nación a través del poder económico que representan.
Nosotros anhelamos el desarrollo. Esas compañías ya instaladas en el país, las hemos recibido produciendo y con ciertos privilegios. Nosotros en eso somos nacionalistas, pero no somos tontos.
Sabemos que no podemos destruir eso sin destruir parte del país, porque eso está amarrado al suelo. Respecto de esas empresas, que han venido a nuestro país, es bastante con que nosotros legislemos lo necesario para asegurar que no nos descapitalicen, ni interfieran en nuestra vida interna sino que trabajen en la mismas condiciones que lo hacen los demás.
Estas leyes han ido al Congreso, se han aprobado, y están en plena aplicación. Citaré un caso: hay algunas compañías norteamericanas y aun de otros países que se negaron a exportar a Cuba, nación con la cual hemos establecido un intercambio especialmente de manufacturas.
Esas compañías obedeciendo a intereses y mandatos de sus propios países, se negaron inicialmente, pero cuando se les llevó la ley y se les dijo que si no exportaban compraríamos la producción, y exportaríamos nosotros, decidieron exportar. Es decir que en esto hay distintas maneras de proceder. No vamos a cerrar las fábricas por una cosa así. Y como las han amenazado las vamos a proteger. Esa es la misión y el deber del estado. Las estamos protegiendo, y lo seguiremos haciendo. Mientras esas empresas funcionen dentro de la ley, que ya hemos aprobado, para nosotros son como empresas argentinas. Muchas de ellas ya están en sociedad mixta con el estado, es decir, que en esto hay distintas clases de procedimientos y no creo que hoy, en tren deliberación nacional, mantener esas empresas que colaboran en el desarrollo represente un factor negativo. Eso es lo que interesa para el país y es lo que tratamos de realizar. (37)
Para citar otro ejemplo de la unidad de concepción peronista, podemos referirnos al discurso de la Bolsa de Comercio: “Se ha dicho, señores, que soy un enemigo de los capitales y si ustedes observan lo que les acabo de decir no encontrarán ningún defensor, diríamos, más decidido que yo, porque sé que la defensa de los intereses de los hombres de negocios, de los industriales, de los comerciantes, es la defensa misma del Estado”. (7)
Cabe destacar que no obstante a ello, la Revolución Libertadora se empecinó en demostrar y porfiar que la legislación y los contratos con la Standard Oil eran inadmisibles. (8)