Prestar atención a este capítulo, se describe la sinarquía, con nombre, datos, especulaciones, para los que no aún no creen del dominio mundial de los factores de poder: Capitalismo liberal, Capitalismo del estado: comunismo Marxista y Vaticanismo. Tal como lo describió el General. Si aún te queda duda leelo a Perón.
¿Quién financió a Lenin
y a la Revolución Comunista de1917?
Como se manifestó
precedentemente, todo el grupo monopolizador de los banqueros sinarcas Warburg,
representó en el siglo XX lo que constituyó el clan Rothschild anteriormente en
el S. XIX. Los Warburg, dirigían todos los centros financieros de los Baruch,
Lehman, Wiemberg, Goldman Sachs, etcétera.
Este clan, ya desde 1890
maquinaba contra el trono de los Romanoff. Pruebas al canto, sedan al estallar
la guerra ruso japonesa cuando Schiff (que abiertamente subvencionaba
terroristas rusos), volcó todo su poderío a favor de Japón otorgándoles grandes
empréstitos. Rusia, en notoria desventaja económica no pudo sostener a la
guerra interna y externa, y aceptó la imposición de la mediación de los EE.UU,
cuyo intermediario fue Roosvelt, pero los gestores reales fueron Schiff,
Strauss y Krauss, grandes maestres de la Masonería Mundial Sionista, B´Nai
B´Rith.
Pronto, la nobleza fue “masonizada”
gracias a los ocultistas Papus, Philippe, Gurjieff y el Chamán Badmaiev, bajo
amparo de los banqueros cabalistas Manus y Rubinstein.
En Estados Unidos hacia 1911,
Schiff forzó a Taft a romper los tratados comerciales con Rusia,
vanagloriándose de ello años después (New York Times, 5/6/1916). Envió un telegrama
de adhesión a un mitin bolchevique realizado en el Carnague Hall, donde el orador
Kennan proclamó la financiación de Schiff para la propaganda revolucionaria.
(New York Times, 10/4/1917).
Por su parte, En Alemania,
Ballin, Bethman-Hollweg y Rathenav, subvencionaban a Lenin.
Las pruebas de la financiación a
Trostsky y a Lenin, pueden encontrarse en los documentos diplomáticos
intitulados “Paper relating to the
Foreign Relations of deUnited States -1918-, United States, Government Printing
Office, Washington, 1931”, publicado
por el Departamento de Estado, publicado por Jacques Delacroix. (16)
Desde hacía varios años, Jacob
Schiff, un israelita de origen alemán, nacido en Frankfurty emigrado a Estados
Unidos, integrante de un clan históricamente agente de los Rothschild, había
llegado a ser “patrón” de la banca Kuhn Loeb € Cía, e interesado en los negocios
con Rusia, tenía una aversión impiadosa contra los Romanoff, y deseaba vivamente
el trono imperial. Se reprochaba que Romanoff entorpeciera sus negocios y los
planes bancarios.
Como ya expresamos, Kuhn Loeb €
Cía sostuvo financieramente a los japoneses en la guerra contra Rusia, además
de apoyar a los terroristas contra la “vieja Rusia”. (61)
Cuando Shiff había ganado la
partida contra los Romanoff, telegrafiaba a Milioukoff, ministro de relaciones
exteriores del Gobierno Provisorio: “… permítame en calidad de enemigo
irreconciliable de la autocracia tiránica que persigue sin piedad a
nuestros correligionarios, felicitar por vuestro intermedio
al pueblo ruso por la acción que acaba de llevar a cabo, tan
brillantemente, y desear plenoéxito a vuestros camaradas del gobierno y a usted
mismo”. (17)
El gobierno provisorio no fue
seguro para Schiff y por temor a que traicionaran los intereses de Kuhn Loeb €
Cía, se abocó a remplazar ese gobierno por hombres “de él”. Esos hombres serían
nada menos que Leiba (o León) Bronstein y Vladimir Ilitch (Lenin). (18)
Gracias al documento antes
mencionado, el n° 9 no deja lugar a dudas de cómo se instauró el régimen
bolchevique derrocándose al gobierno de Kerensky. Dice su texto:
“M. Raphael Scholnickan
Haparanda
Estimado Camarada:
La oficina de la Banca Warburg ha abierto, de acuerdo con el telegrama
del sindicato Wesfalo-Renano, una cuenta a nombre del camarada Trotsky. El
procurador adquirió armas y organizó el transporte de las mismas hasta Lulea y
Vardo a la oficina de Essen y Son a nombre de destinatarios de Lulea y una
persona fue habilitada para recibir el dinero pedido por el camarada Trotsky.
J. FUSTENBERG.
El documento siguiente n° 10
dirá: “el pedido del camarada Trotsky fue
satisfecho”.
Samuel Gompers, escribía en 1982:
La verdad es que la finanza internacional ha aguzado su apetito
creyendo ver en Rusiauna ocasión para el pillaje.
No conozco nada más cínico que la actitud de los hombres de estado y
los financistas europeos respecto al caos ruso. Especialmente su objetivo, tal
como ha sido expuesto en Génova, consiste en imponer a Rusia la servidumbre
económica a cambio del reconocimiento político de los Soviets. La Finanza
Norteamericana fue invitada a tomar parte en esa miserable y despreciable
empresa, cual es el pillaje de un vasto dominio, y para facilitar sus
esfuerzos, ciertos banqueros norteamericanos ocupados en hipotecar el mundo,
están prestos a sembrar en su propio país la venenosa propaganda antidemocrática
del bolchevismo, corrompiendo, comprando, intimidando o halagando. Hay
espléndidas y notables excepciones, pero los grandes poderes se dirigen en esa (62)
dirección: poner a un pueblo de rodillas… de especial importancia es la
adhesión a la causa bolchevique del grupo de banqueros germano-anglo
norteamericanos que desean instalarse como financistas internacionales para
enmascarar su verdadera función. El más importante banquero de ese grupo y
vocero del mismo, nacido en Alemania, envió órdenes a sus amigos y asociados a
fin de que todos trabajasen en favor del reconocimiento de los Soviets.
Más pruebas de la
inexorable ayuda supra capitalista a la Revolución Rusa
Hacia comienzos de siglo XX, la
opinión pública norteamericana casi uniformemente, simpatizaba con los rusos
anti bolcheviques y aun pretendían que se les ayudara, pero por entonces toda
la prensa monopólica del sionismo norteamericano se dedicó a desinformar. Así
por ejemplo, Hebert Matthews del New York Times cablegrafiaba desde Moscú el 7
de mayo de 1918, que la revolución soviética no era propiamente comunista, que
nada había que temer y que una encuesta indicaban “que Lenin, Trotsky, Stalin, y otros son anticomunistas” (la misma
Táctica que medio siglo después utilizaría Fidel Castro para engañar a su
pueblo…).
Mientras que los anticomunistas
no recibían ayuda foránea, los bolcheviques acogían armas, y millones de
dólares, que recibían de magnates del extranjero, y finalmente la
contrarrevolución de Deniken fue vencida.
Franklin D. Roosevelt, llegó al
poder y consigo llevó a un grupo de colaboradores llamados “el Trust de los Cerebros”,
encabezados por el banquero J. Wasburg. Uno delos primeros actos del presidente
fue entrevistarse con el ministro soviético de Relaciones, Maxim Litinov
(seudónimo, su apellido era Filkestein), y luego reconocer al gobierno
bolchevique de la URSs cosa que los gobiernos no accedían. Este reconocimiento
salvó a la Unión Soviética de su cataclismo económico. La opinión pública
norteamericana hasta ese entonces era engañada, al hacerles creer que la contraprestación
del reconocimiento sería la disolución del partido comunista
estadounidense, pero ello nunca acaeció. (19)
En 1935, Estados Unidos prohibió
la venta de armas, a cualquier beligerante futuro, en los prolegómenos de una
nueva guerra de grandes dimensiones mundiales. Pero misteriosamente, Roosevelt
inició una intensa propaganda para derogar ese acuerdo porque, según sus
decires, Alemania sería una “amenaza mundial”. (63)Hubo una gran verdad que todos pretendieron encubrir y que
exponemos hete aquí guste a quien le guste, siendo demostrable con los diarios
dela época: la opinión pública norteamericana y sus deseos para con el
comunismo en aquella época, coincidía más con el discurso de Adolfo Hitler que
con el de Franklin Roosevelt. Las pruebas de cómo los pueblos fueron traicionados
en sus voluntades en un pacto yanqui-soviético, son perfectamente reveladas en
el libro “Derrota Mundial” de Salvador Borrego. (20) Amén de esto, cabe aclarar en el presente
análisis que toda apología a los totalitarismos son condenados por quien les habla.
Pero cabe hacer mención que generalmente solo se conocen las siniestras
historias del nacionalsocialismo, al tiempo que se ocultan alevosa y
pérfidamente, las barbaridades cometidas en la Unión Soviética. Que la Unión
Soviética haya sido uno de los imperialismos victoriosos en 1945 y aliado
inexorable del “Gendarme del Mundo”, no da derecho a disimular los genocidios
perpetrados por ese imperialismo que se llevó consigo más de cien millones de
crímenes de los que nadie se atreve a hablar. Los mismos que dicen que “un
muerto por causas políticas ya es suficiente para ser condenado”, se las
hicieron para que la historia oculten, millones de asesinatos…
Podemos decir que así como se
inventó el término negacionismo para quienes dudan del hecho del holocausto, lo
anteriormente expresado forma parte del afirmativismo, esto es, la condena a
todo aquel que afirma sobre los genocidios contra la humanidad cometidos por
las potencias vencedoras en 1945.
Dice Salvador Borrego en la obra
citada:
Mister Hull reconoce en «Paz y Guerra» que en 1937 «se desarrolló un
considerable sentimiento público en los Estados Unidos que pedía una enmienda
constitucional que hiciera necesaria la votación popular como requisito previo
a toda declaración de guerra». (…) pero «tanto el Presidente Roosevelt coma el
Secretario de Estado —agrega Hull— expresaron en varias ocasiones su decidida
oposición». Mediante resueltos esfuerzos del (64) Presidente, la proposición fue rechazada por el estrecho
margen de 209 votos contra188.
En ese mismo año de 1937 —dos años antes de la guerra— el
embajador norteamericano William C. Bullit se enteraba de que «fueron
cerradas diez mil iglesias en Rusia... Se afirma que la NKVD cuenta en estos
momentos con 600,000 hombres. Hasta el Ejército Rojo — añade en «Amenaza
Mundial»—está sujeto a su control. En los
campos de concentración y cárceles de la NKVD el número de prisioneros no habrá
sido nunca inferior, durante los pasados 15 años, a 10 millones, trabajando
medio hambrientos».
El sacerdote Walsh, que formando parte de una misión de ayuda social
había estado dos años en la URSS, informó pormenorizadamente a Roosevelt sobre
la forma en que eran perseguidas las religiones en Rusia. Sin embargo un velo
de indulgente silencio oficial se tendía sobre estos hechos. Pero muy distinta
había sido la actitud de Roosevelt cuando en julio de 1935 las autoridades
alemanas habían capturado a varios israelitas conectados con el golpe de estado
que von Rundstedt hizo fracasar. Y sobre todo, el disgusto de Roosevelt
adquirió proporciones de ira cuando en noviembre de 1938 Alemania impuso una
multa de 400 millones de dólares a la Comunidad Israelita, como represalia por
el asesinato del diplomático alemán Ernest von Rath, consumado en París por el
judío Herschel Grynszpan. Ciertamente que hubo también sinagogas dañadas y
cristales rotos en los comercios judíos (tantos que el suceso es conocido como
«la noche de cristal»), pero el gobierno alemán impidió que la indignación
degenerara en ataques personales contra los hebreos. Roosevelt se apresuró
entonces a decir (15 de noviembre de 1938): «Apenas puedo creer que esas cosas
ocurran en la civilización del siglo XX».
Cosas mil veces peores que multar con 400 millones de dólares a una
comunidad poseedora entonces de 3,200 millones de dólares en Alemania—, estaban
ocurriendo en la URSS; pero de eso no se hablaba. Para la camarilla de
Roosevelt era un delito inconmensurable que Hitler enviara a campos de
concentración a cientos de agitadores bolcheviques, pero le parecía natural e
inobjetable que el Kremlin encarcelara amillones de anticomunistas.
A raíz de la multa impuesta a la comunidad judía de Alemania, Roosevelt
retiró a su embajador Hugh Wilson y alentó a Inglaterra a
declarar combinadamente una guerra comercial contra el Reich.
El primer paso para la ruptura y para la guerra armada se había dado
ya.
A continuación Roosevelt agregó que «las tempestades en el extranjero
amenazaban directamente a tres instituciones indispensables para los
americanos, la religión, la democracia y la buena fe internacional». (65) Era extraordinario que Roosevelt —masón 33— presentara a Alemania como un peligro para la religión y que nada
dijera respecto a la URSS. Berlín acababa de firmar el 20 de julio de 1933 un
Concordato con el Vaticano, que incluso concedía libertad completa a las escuelas confesionales, cosa que rige en muy
contados países. Además, Hitler proclamaba enfáticamente que «las doctrinas e
instituciones religiosas de un pueblo debe respetarlas el Fuhrer político como
inviolables... Los partidos políticos nada tienen que ver con las cuestiones
religiosas». Y en contraste con todo esto, en Rusia estaba prohibida la
enseñanza religiosa para jóvenes que no hubieran cumplido los 18 años, período
durante el cual el Estado les inculcaba un profundo sentimiento ateísta,
concretado en la conocida frase leninista de que «la religión es el opio del
pueblo».
Era igualmente extraordinario que Roosevelt presentara a Alemania como
una amenaza para la democracia y nada dijera de la URSS, en donde el sistema
dictatorial era primitivo y sangriento, con el agravante de que no se trataba
de una dictadura instaurada pacíficamente mediante plebiscito —corno la de
Hitler—, sino mediante purgas sangrientas. Y también era extraordinario que
Roosevelt se refiriera a Alemania como «amenaza a la buena fe internacional» —a
pesar de que la política alemana se orientaba específicamente contra la URSS—,
y que el propio Roosevelt enmudeciera ante la bien clara intención bolchevique
de imponer su sistema de gobierno a todo el orbe. El primer paso en este
sentido lo dio el marxismo al integrar la Tercera Internacional Comunista en
todos los países de Occidente. Y estas células, avanzadas de la «revolución mundial”,
ostentaban públicamente los símbolos bolcheviques (bandera roja, hoz, martillo
y canto de la Internacional) y recibían instrucciones del Kremlin. (…)
El líder comunista español Víctor Serge huyó de Rusia indignado de esas
carnicerías humanas y refirió que muchos de los acusados admitían ser culpables
para salvar a sus familias.
“Muchos más —dice en «Hitler contra Stalin»— se indignan y acusan: sus
gritos son ahogados en las cárceles o se les fusila sin proceso alguno. El
número de fusilados asciende probablemente a cien mil. Jamás ningún Estado ha
destruido sus cuadros con semejante ensañamiento y de una manera tan completa.
Gobierno y comités han sido renovados por lo menos dos veces en dos años. Tan
sólo el Ejército perdió 30000 de los 80000 oficiales». Estos desmanes, peores
que apedrear vitrinas, también ocurrían en el siglo veinte, pero a Roosevelt no
le parecían increíbles ni condenables. Y es que en realidad nadie podía acusar
en esa época a Stalin de atacar básicamente al movimiento sionista.” (66)
El periodista norteamericano
William L. White acompañó a Eric Johnston, Presidente dela Cámara de Comercio
de Estados Unidos, a una gira por numerosas provincias soviéticas y dio el
siguiente testimonio:
“Una de las cosas admirables del régimen soviético es su actitud hacia
cualquier forma de prejuicio de raza, que contiene con mano firme sin ocuparse
de discutir con el pueblo ruso, en el cual el antisemitismo ha sido tradición
de siglos... El Gobierno ha realizado un gran esfuerzo para reducir el
antisemitismo, con el resultado de que en Rusia su importancia es similar a la
que tiene en Estados Unidos, aunque
las condiciones en este sentido no son tan excelentes como las que existen en
Inglaterra.”
El escritor norteamericano Robert
E. Sherwood colaboró íntimamente en la Casa Blancay refiere que el más cercano
colaborador de Roosevelt era Harry Hopkins, educado políticamente por el Dr.
Steiner, y fue la segunda personalidad individual que de hecho dominó en los
Estados Unidos durante el más crítico período de la guerra... Hopkins no
vacilaba en aprovechar su íntimo contacto con el Presidente para favorecer sus
intereses propios o los de las instituciones con las que tenía personal
relación.
Hopkins también fue el hombre que
gozó de la máxima confianza de Franklin D.Roosevelt. Por espacio de varios años
fue los ojos, los oídos, y las piernas del Presidente, el instrumento casi
anónimo de la voluntad de Roosevelt.
Su influencia llegó a ser tan
decisiva en asuntos capitales que el general Marshall le confesó a Sherwood que
su nombramiento de Secretario de Estado se lo debía “primordialmente a Harry
Hopkins. Otro escritor norteamericano, John T. Flynn, revela lo siguiente en El
Mito de Roosevelt: “Roosevelt compró al
pueblo norteamericano con el dinero del propio pueblo y ganó todas las
elecciones. Tengo cuatro millones de hombres —decía Hopkins— pero por amor de
Dios no me pidas que te diga en qué trabajan...”.
Hopkins fue el instrumento
principal de Roosevelt en esta grandiosa empresa de derroche corrupción,
organizó el sistema de las limosnas con dinero público de tal manera que los
subsidios sólo les tocaban a los demócratas, a los fieles de Roosevelt que
votaban por él... Este personaje se instaló en la Casa Blanca como favorito
oficial y fue, después de Roosevelt, el hombre más poderoso de los Estados Unidos.
También es significativo que las
logias masónicas españolas fueran la espina dorsal del régimen comunista de
Azaña. Durante todo el tiempo de la lucha armada estuvieron gestionando
desesperadamente que Roosevelt y su camarilla hebrea intervinieran directa y
decisivamente en la Península, pero el Poder Israelita de la Casa Blanca
consideró que una acción de ese género ponía en peligro lo más por lo menos.
John M. Cowles, masón de Washington, enviaba fondos a sus hermanos de España y
les explicaba que la masa (67)
católica norteamericana era todavía un obstáculo muy grande para intervenir en
España: “Si los católicos votan en masa por los demócratas, vencen, y si votan
por los republicanos, vencen también. Al menos este es el caso general por lo
que ambos partidos políticos hacen continuamente lo que pueden por conseguir el
voto de los católicos». Esa fue la causa de la neutralidad de Washington
durante la guerra de España.
El marqués de Merry del Val
dirigió una carta a Roosevelt preguntándole por qué no mostraba ninguna
compasión hacia los millares de católicos asesinados en España por las brigadas
internacionales bolcheviques. Poco antes Roosevelt se había mostrado muy
impresionado y altamente indignado cuando los alemanes dañaron escaparates de
judíos, y había retirado su Embajador en Berlín y declarado que apenas podía
creer que tales sucesos ocurrieran en el siglo veinte. Del Val le decía que los
vidrios rotos en los comercios judíos de Alemania eran cosas «bien pequeñas,
por deplorables que sean, hallado de los sucesos de España», hacia los cuales
Roosevelt no había mostrado la más ligera desaprobación. Estos también ocurrían
en el siglo veinte.
Como corolario del presente
capítulo cabe destacar un hecho que históricamente marca el colmo de lo
irracional y doble discursivo:
Archivos desclasificados, que
incluyen alrededor de mil documentos, demuestran que la administración de
EE.UU. tuvo evidencias de que la masacre en el bosque de Katyn(donde fueron
asesinados unos 22.000 militares e intelectuales polacos), no había sido perpetrada
en 1940 por los alemanes nazis, sino por los soviéticos por orden personal deI ósif
Stalin y otros altos cargos de la URSS. Sin embargo, prefirió no sacar a la luz
la verdad por motivos políticos. Entre los documentos, publicados por los
Archivos Nacionales de Estados Unidos, figuran las cartas de los prisioneros de
guerra estadounidenses cautivos de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
En las del capitán Donald B.
Stewart y el teniente coronel John H. Van Vliet se describen las tumbas masivas
descubiertas por los alemanes en 1943 en Polonia, que ocuparon en1941. Los
documentos, el estado de los cadáveres y su indumentaria, entre otras cosas,
hizo a los militares llegar a conclusión de que los polacos fueron masacrados
antes de que las tropas soviéticas perdieran terreno en esa región rusa
(Smolensk) ante el avance nazi. Los presos lo comunicaron en sus cartas a las
autoridades de EE.UU. La Administración del presidente Franklin Roosevelt
conocía el crimen soviético, pero optó por guardar silencio, argumentan
algunos historiadores consultados por la agencia AP. Entre los motivos que
pudieron haber motivado dicha decisión destaca el hecho de que la URSS fuera un
aliado indispensable para EE.UU. en su lucha contra Japón, aliado de Hitler. Ya
después de la Guerra, en 1952, un comité del Congreso estadounidense llevó
acabo una investigación del caso Katyn y culpó totalmente a la URSS de la matanza.
También recomendó a la Casa Blanca demandar por el delito a la Unión Soviética ante
tribunales internacionales. Además, afirmó que la administración de Roosevelt
tomó la (68) decisión de no airear
la matanza por una "necesidad militar". Sin embargo, Washington no lo
tuvo en cuenta y acalló la verdad hasta la desaparición de la URSS. Moscú
reconoció la responsabilidad soviética en la tragedia en 1990 y se disculpó
ante Polonia. En 2010 Rusia desclasificó 61 tomos del caso Katyn y se los
entregó a Polonia. (21)
El enemigo de mi
enemigo: ¿Es necesariamente mi amigo?
Ningún marxista, ni ningún
liberal, pueden explicar estas “conexiones”, léase, complicidad y sociedad. A
lo largo de un siglo, podemos encontrar millones de ejemplos. Cualquiera de los
acólitos tanto de unos como de otros (marxistas o liberales), podrán hablar de
“táctica y de estrategia”.
Tal vez explicarán sus procederes
con el lema “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”.
Ello, por lo menos, ha sido lo
que fundamentaron al ingresar en el Segundo Gran Conflicto Bélico Mundial. Pero
la alianza supra capitalista con el comunismo, como ya hemos visto, devenía
desde los comienzos mismos del marxismo. Y a la vez, podrán explicar el lema
antes dicho pero lo que la internacional demo liberal burguesa, capitalista y
masónica, no podrá responder nunca, por lo menos racionalmente, es: ¿en qué
cerebro humano cabe, el FINANCIAR A UN PRESTATARIO PARA LA EMPRESA DE MATAR AL
PRESTAMISTA? Hágase analogía a la pregunta con la financiación del supra
capitalismo a su archirequete contra enemigos marxistas (por lo menos de la
parla).
Aunque parezca el colmo de lo
increíble, un banquero explicó la estafa de la dialéctica comunismo vs capitalismo:
En el libro “Ginebra Vs. La Paz”
del año 1937, de Auguste Félix Charles de Beaupoil, conde De Saint-Aulaire
(1866-1954) y ex Embajador Francés en Londres, el autor recordó una
conversación que mantuvo con Otto Kahn (1869-1934; quien fuera socio, junto con
Jacob Schiff y Paul Warburg en el banco Kuhn Loeb), en la que el autor le preguntó
por qué los banqueros respaldarían al bolchevismo, un sistema ideológicamente contrario
al capitalismo. Kahn le contestó: “usted
dice que el marxismo es la antítesis del capitalismo, el cual es igualmente
sagrado para nosotros, de forma tal que se ponen en nuestras manos los dos
polos del planeta, permitiéndonos ser su eje. Estos dos contrarios, como el
bolchevismo y nosotros, encuentran su identidad en la internacional comunista”.
(22)