miércoles, 6 de agosto de 2014

Las causas generadoras de la violencia (segunda clase, 2º etapa)

Esta es la etapa final de la conferencia, y fue fraccionada por le exención que si bien no tiene desperdicio, para algunos lectores de "pantalla" se hace medio complicado, no estamos acostumbrados entre los cuales me incluyo. Somos de los libros y los diarios escritos sobre papel somos de otros tiempos.
En unos días, lo pondré en forma completa, por si alguno lo quiere imprimir para guardarlo en papel.

He descripto las causas generales y específicas de la violencia, y me he detenido en particular a nivel de las instituciones educativas por la gran importancia que tienen. Partiendo de ello señalaré cuáles serían las posibilidades de solución. Debemos recordar que las causas de la violencia se refieren al orden general, que abarca a Occidente; y otras que se refieren a un orden más particular, diríamos de orden personal.
Según los griegos el hombre goza de tres notas fundamentales: está dotado de palabra, vive en comunidad y ríe, Efectivamente, para ellos – y no habría nada que lo desmienta -. El hombre es un viviente “racional” dotado de lenguaje, es un viviente “político” que vive en ciudades, en comunidad y es un viviente que ríe. A nosotros nos interesan las dos primeras notas esenciales y particularmente la que se refiere al contexto  social, que nos proporcional el punto de partida de lo que puede ser una solución a este problema de la violencia.
Debemos considerar, entonces, la natura del hombre en su contextura política y en su contextura personal ya que ambas esferas están íntimamente ligadas. En una palabra, no hay posibilidades de resolver el problema de la violencia si no se resuelve el problema de la cultura política, que el marco mayor, y tampoco se puede si no se soluciona la esfera de la cultura personal, que apela a las características personales del hombre.
Divido en dos los motivos que podrían dar solución: los que coloco en la expresión cultura política, que depende de la línea de la autoridad; y los que coloco en la expresión cultura personal, que depende de la línea de la subordinación. Pero en ambos casos se trata de una acción cultural según se explicó: La convergencia de un esfuerzo consiente y racional para ordenar lo que está dado por la naturaleza, exactamente como ocurre en la agricultura.
Sería ilusorio tratar de replegar la violencia si las instituciones se deterioran, se conflictúan y si la autoridad es negada según el esquema referido.
Cultura política significa, en primer término, el afianzamiento de las instituciones; en segundo lugar alude al redescubrimiento de las formas comunicativas del hombre, que no están ligadas solamente a los medios de comunicación masiva; es decir, el hombre contemporáneo tiene la tendencia de comunicarse por medios técnicos cada vez más complejos, más masivos, pero a la vez también más sustraídos a la esencia de la institución que los utiliza. Es decir, los medios masivos tienden a constituirse en una esfera autónoma, donde vale primordialmente el acto de comunicar, y no lo que se comunica. Esa sobrevaloración funcionalista, en detrimento del contenido valioso es, en mi concepto, uno de los canales de expansión de la violencia.
De manera entonces que la cultura política alude también a la relación de instituciones y de personas, en un orden educativo general que no descanse en los medios de comunicación, siendo un problema que se presenta a todo el mundo en general como consecuencia de la presión que ejercen los medios técnicos.
Cultura política significa además la posibilidad de encontrar un rumbo político para una realidad social: nuestro país vive en este aspecto situaciones que no podemos dejar de considerar en su orden conflictivo y en su perspectiva de armonía y ordenamiento. No se trata entonces de una cuestión de situaciones separadas, sino del rumbo total de la comunidad política que lo cobija. De manera que este aspecto fundamental es el que decide de todo lo demás, porque implica el marco mayor. En este sentido la cultura política significará la posibilidad de establecer una meta en la vida nacional que considerará la inserción del destino de las instituciones en un orden político general, total, cuyo rumbo estableciera también las articulaciones del destino personal respecto de todo lo demás. Sin este ordenamiento general, será imposible replegar las causas de la violencia que, incluso aflorará por la característica difusiva de los medios técnicos.


También cultura política implica advertir cuál sería la misión de nuestro pueblo en la comunidad internacional, en la actual situación histórica de  Occidente, que no es la misma de hace un siglo, ni la de veinte años, porque es natural que el destino de un país se configure en el marco de una modulación de las relaciones internacionales. De modo que ascendiendo desde la inserción de los individuos en las instituciones, la de las instituciones en el marco político total, la de la conciencia del destino común de la Nación y, finalmente, la de la conciencia de su misión en el campo total de la vida internacional.
Estos aspectos que he enumerado rápidamente, en la Argentina se encuentran en estado profundamente conflictivo por las presiones ideológicas y por las causas señaladas; pero no hay otro camino que permita replegar, contener la violencia y hacer despertar las fuerzas creadoras que sustituyan a esta violencia, porque en realidad la violencia se manifiesta como desvío de esas fuerzas creadoras, como una corrupción de sus metas humanísticas, en fin como una vis contraria a la cultura (que es armonía, equilibrio, disciplina, inspiración, trabajo coordinador).
Esto es en el orden de la cultura política. Pero además está la cultura personal. En este aspecto deberíamos hablar, en realidad, de la cultura humanística; una cultura humanística que permita redescubrir todas las posibilidades que tiene el accionar humano y al redescubrirlo, armonizarlo. Pondré un ejemplo de lo que quiero señalar: se habla ahora de que no debe hacerse distinción entre trabajo intelectual y trabajo manual, si tomamos la expresión en el sentido de que todo es trabajo, tampoco habría que hacer la distinción entre animal “racional” y animal “no racional”, es decir lo que en la lógica es el orden genérico. Pero si hablamos del orden específico, mantener la distinción de las esferas personales puede ser motivo de involución, que hay que evitar.
Se trata entonces de que se den las posibilidades de la cultura personal armoniosamente relacionadas, ya que en realidad la esencia del trabajo intelectual  y la naturaleza del trabajo manual son distintas, específicamente distintas; todo es trabajo, pero se insertan en la cultura personal de un modo diferente.
En el orden de la cultura personal se deben redescubrir las posibilidades de la natura del hombre y hacer que estas posibilidades tengan un orden de manifestación armoniosa en la comunidad, de forma que haya armonía entre la educación intelectual y la manual.
Los griegos meditaron sobre esto: Anaxágoras (siglo V a.C.) dice en un texto célebre que el concepto del espíritu y la actividad del espíritu comienza con las manos, de manera que son las manos las que hacen advenir la claridad del espíritu; o sea que el espíritu se distingue de las manos. De esta armonía de manos y espíritu surge, para el griego, la manifestación de los niveles personales.
Dentro de la cultura personal es muy importante la cultura estética, es decir la que se refiere a un orden de la sensibilidad, que presupone suscitar los matices de comprensión, porque de otra manera no será posible advertir las situaciones de crisis o diversos rumbos que los hombres quieren en la sociedad.
Estas formas de cultura política y cultura personal proporcionarían la posibilidad de encauzar las fuerzas creadoras que hoy se derivan a la violencia, hacia objetivos más altos y fecundos.
Hagamos un breve resumen de esta problemática: partimos de un esquema que permite indagar en las instituciones educativas el conflicto favorable a la promoción de la violencia. Se ha tomado como base una noción de autoridad que se proyecta en diversos niveles, sea paterno, el del maestro, el del médico, etc. La relación entre la columna de autoridad y la de subordinación se establece por medio de la armonía conceptual que da la posibilidad de un vínculo entre las partes.
Pero se ha señalado que son las ideologías revolucionarias productoras de la violencia las que quiebran ese vínculo y establecen el peso del eje destructor en la columna que no contiene la totalidad. Sería entonces un eje subversivo que parte de lo más profundo de la relación de aquellos elementos, que siendo partes se integran en una totalidad. Pero además la destrucción del vínculo concreto se dinamiza y se agudiza, cuando esas ideologías pretenden colocar en la parte menor y subordinadas la vis, la fuerza contrastante y destructora.
Podríamos definir entonces la violencia revolucionaria en Occidente como una quiebra de esa armonía. No es entonces en su inicio un elemento ideológico que viene a presionar y quebrar, a dinamizar los efectos ruinosos, a sublevar la parte respecto el todo, la alteración sin finalidad contra el ordenamiento y su fin.
De este simple esquema pasamos a la noción de cultura que permite señalar cual podría ser el camino de repliegue de la violencia. Colocamos los aspectos fundamentales: cultura política y cultura personal. La primera se refiere se refiere a las instituciones, al marco que se dan, al rumbo, al rumbo que se han trazado y, finalmente, a la posibilidad de creer en la sociedad donde están insertas la conciencia de una misión nacional.
La cultura personal es la que posibilita el despliegue de todas las aptitudes humanas, desde las espirituales más elevadas, hasta las empíricas y concretas, como son las manuales; y en esta vasta curva de la natura humana se encauzarían las fuerzas creadoras.
Mi disertación, según ya anticipé, pretende poner un marco preciso y ordenado, para un examen más profundo de la cuestión. Debo empero subrayar, para concluir esta clase, que la violencia en la sociedad argentina tiene causas internas y externas. Por ahora parecen más poderosas las causas externas, que intentan precisamente implantar un motivo permanente de violencia. En cuanto a las causas internas destaco las que se refieren al proceso educativo, sin cuya correcta implementación no podrán replegarse ni una ni otras.

                                                                                                                        Dr. Carlos ADisandro

                                                                                                              La Plata, 18 – 27 de junio de 1974