Esta es la etapa final de la conferencia, y fue fraccionada por le exención que si bien no tiene desperdicio, para algunos lectores de "pantalla" se hace medio complicado, no estamos acostumbrados entre los cuales me incluyo. Somos de los libros y los diarios escritos sobre papel somos de otros tiempos.
En unos días, lo pondré en forma completa, por si alguno lo quiere imprimir para guardarlo en papel.
He descripto las
causas generales y específicas de la violencia, y me he detenido en particular
a nivel de las instituciones educativas por la gran importancia que tienen.
Partiendo de ello señalaré cuáles serían las posibilidades de solución. Debemos
recordar que las causas de la violencia se refieren al orden general, que
abarca a Occidente; y otras que se refieren a un orden más particular, diríamos
de orden personal.
Según los griegos
el hombre goza de tres notas fundamentales: está dotado de palabra, vive en
comunidad y ríe, Efectivamente, para ellos – y no habría nada que lo desmienta
-. El hombre es un viviente “racional” dotado de lenguaje, es un viviente
“político” que vive en ciudades, en comunidad y es un viviente que ríe. A
nosotros nos interesan las dos primeras notas esenciales y particularmente la
que se refiere al contexto social, que
nos proporcional el punto de partida de lo que puede ser una solución a este
problema de la violencia.
Debemos
considerar, entonces, la natura del hombre en su contextura política y en su
contextura personal ya que ambas esferas están íntimamente ligadas. En una
palabra, no hay posibilidades de resolver el problema de la violencia si no se
resuelve el problema de la cultura
política, que el marco mayor, y tampoco se puede si no se soluciona la
esfera de la cultura personal, que apela a las características personales del
hombre.
Divido en dos los
motivos que podrían dar solución: los que coloco en la expresión cultura política, que depende de la
línea de la autoridad; y los que
coloco en la expresión cultura personal,
que depende de la línea de la subordinación.
Pero en ambos casos se trata de una acción
cultural según se explicó: La convergencia de un esfuerzo consiente y
racional para ordenar lo que está dado por la naturaleza, exactamente como
ocurre en la agricultura.
Sería ilusorio
tratar de replegar la violencia si las instituciones se deterioran, se
conflictúan y si la autoridad es negada según el esquema referido.
Cultura política significa, en primer
término, el afianzamiento de las instituciones; en segundo lugar alude al
redescubrimiento de las formas comunicativas del hombre, que no están ligadas
solamente a los medios de comunicación masiva; es decir, el hombre
contemporáneo tiene la tendencia de comunicarse por medios técnicos cada vez
más complejos, más masivos, pero a la vez también más sustraídos a la esencia
de la institución que los utiliza. Es decir, los medios masivos tienden a
constituirse en una esfera autónoma, donde vale primordialmente el acto de comunicar, y no lo que se comunica.
Esa sobrevaloración funcionalista, en detrimento del contenido valioso es,
en mi concepto, uno de los canales de expansión de la violencia.
De manera
entonces que la cultura política
alude también a la relación de instituciones y de personas, en un orden
educativo general que no descanse en los medios de comunicación, siendo un
problema que se presenta a todo el mundo en general como consecuencia de la
presión que ejercen los medios técnicos.
Cultura política significa además la
posibilidad de encontrar un rumbo político para una realidad social: nuestro
país vive en este aspecto situaciones que no podemos dejar de considerar en su
orden conflictivo y en su perspectiva de armonía y ordenamiento. No se trata
entonces de una cuestión de situaciones separadas, sino del rumbo total de la
comunidad política que lo cobija. De manera que este aspecto fundamental es el
que decide de todo lo demás, porque implica el marco mayor. En este sentido la cultura política significará la
posibilidad de establecer una meta en la vida nacional que considerará la
inserción del destino de las instituciones en un orden político general, total,
cuyo rumbo estableciera también las articulaciones del destino personal respecto
de todo lo demás. Sin este ordenamiento general, será imposible replegar las
causas de la violencia que, incluso aflorará por la característica difusiva de
los medios técnicos.
También cultura política implica advertir cuál
sería la misión de nuestro pueblo en la comunidad internacional, en la actual
situación histórica de Occidente, que no
es la misma de hace un siglo, ni la de veinte años, porque es natural que el
destino de un país se configure en el marco de una modulación de las relaciones
internacionales. De modo que ascendiendo desde la inserción de los individuos
en las instituciones, la de las instituciones en el marco político total, la de
la conciencia del destino común de la Nación y, finalmente, la de la conciencia
de su misión en el campo total de la vida internacional.
Estos aspectos
que he enumerado rápidamente, en la Argentina se encuentran en estado
profundamente conflictivo por las presiones ideológicas y por las causas
señaladas; pero no hay otro camino que permita replegar, contener la violencia
y hacer despertar las fuerzas creadoras que sustituyan a esta violencia, porque
en realidad la violencia se manifiesta
como desvío de esas fuerzas creadoras, como una corrupción de sus metas
humanísticas, en fin como una vis contraria a la cultura (que es
armonía, equilibrio, disciplina, inspiración, trabajo coordinador).
Esto es en el
orden de la cultura política. Pero además está la cultura personal. En este
aspecto deberíamos hablar, en realidad, de la cultura humanística; una cultura
humanística que permita redescubrir todas las posibilidades que tiene el
accionar humano y al redescubrirlo, armonizarlo. Pondré un ejemplo de lo que
quiero señalar: se habla ahora de que no debe hacerse distinción entre trabajo
intelectual y trabajo manual, si tomamos la expresión en el sentido de que todo
es trabajo, tampoco habría que hacer la distinción entre animal “racional” y
animal “no racional”, es decir lo que en
la lógica es el orden genérico. Pero si hablamos del orden específico,
mantener la distinción de las esferas personales puede ser motivo de
involución, que hay que evitar.
Se trata entonces
de que se den las posibilidades de la cultura personal armoniosamente
relacionadas, ya que en realidad la esencia del trabajo intelectual y la naturaleza del trabajo manual son
distintas, específicamente distintas; todo
es trabajo, pero se insertan en la cultura personal de un modo diferente.
En el orden de la
cultura personal se deben
redescubrir las posibilidades de la natura del hombre y hacer que estas
posibilidades tengan un orden de manifestación armoniosa en la comunidad, de
forma que haya armonía entre la educación intelectual y la manual.
Los griegos
meditaron sobre esto: Anaxágoras (siglo V a.C.) dice en un texto célebre que el
concepto del espíritu y la actividad del espíritu comienza con las manos, de
manera que son las manos las que hacen advenir la claridad del espíritu; o sea
que el espíritu se distingue de las manos. De esta armonía de manos y espíritu
surge, para el griego, la manifestación de los niveles personales.
Dentro de la cultura personal es muy importante la
cultura estética, es decir la que se refiere a un orden de la sensibilidad, que
presupone suscitar los matices de comprensión, porque de otra manera no será
posible advertir las situaciones de crisis o diversos rumbos que los hombres
quieren en la sociedad.
Estas formas de
cultura política y cultura personal proporcionarían la posibilidad de encauzar
las fuerzas creadoras que hoy se derivan a la violencia, hacia objetivos más altos
y fecundos.
Hagamos un breve
resumen de esta problemática: partimos de un esquema que permite indagar en las
instituciones educativas el conflicto favorable a la promoción de la violencia.
Se ha tomado como base una noción de autoridad que se proyecta en diversos
niveles, sea paterno, el del maestro, el del médico, etc. La relación entre la
columna de autoridad y la de subordinación se establece por medio de la armonía
conceptual que da la posibilidad de un vínculo entre las partes.
Pero se ha
señalado que son las ideologías revolucionarias productoras de la violencia las
que quiebran ese vínculo y establecen el peso del eje destructor en la columna
que no contiene la totalidad. Sería entonces un eje subversivo que parte de lo
más profundo de la relación de aquellos elementos, que siendo partes se
integran en una totalidad. Pero además la destrucción del vínculo concreto se
dinamiza y se agudiza, cuando esas ideologías pretenden colocar en la parte
menor y subordinadas la vis, la
fuerza contrastante y destructora.
Podríamos definir
entonces la violencia revolucionaria en Occidente como una quiebra de esa
armonía. No es entonces en su inicio un elemento ideológico que viene a
presionar y quebrar, a dinamizar los efectos ruinosos, a sublevar la parte
respecto el todo, la alteración sin finalidad contra el ordenamiento y su fin.
De este simple
esquema pasamos a la noción de cultura que permite señalar cual podría ser el
camino de repliegue de la violencia. Colocamos los aspectos fundamentales: cultura política y cultura personal. La
primera se refiere se refiere a las instituciones, al marco que se dan, al
rumbo, al rumbo que se han trazado y, finalmente, a la posibilidad de creer en
la sociedad donde están insertas la conciencia de una misión nacional.
La cultura
personal es la que posibilita el despliegue de todas las aptitudes humanas,
desde las espirituales más elevadas, hasta las empíricas y concretas, como son
las manuales; y en esta vasta curva de la natura humana se encauzarían las
fuerzas creadoras.
Mi disertación,
según ya anticipé, pretende poner un marco preciso y ordenado, para un examen
más profundo de la cuestión. Debo empero subrayar, para concluir esta clase,
que la violencia en la sociedad argentina tiene causas internas y externas. Por
ahora parecen más poderosas las causas externas, que intentan precisamente
implantar un motivo permanente de violencia. En cuanto a las causas internas
destaco las que se refieren al proceso educativo, sin cuya correcta
implementación no podrán replegarse ni una ni otras.
Dr. Carlos ADisandro
La
Plata, 18 – 27 de junio de 1974