El mundo mediterráneo, reducido a mero pintorequismo, hace más de un siglo que es permanentemente subalternizado por la prepotencia anglosajona. Basta mirar, en estos días, los apuros de Portugal, Italia, Grecia, España. Según los ingleses, son los “cerditos” (pigs) de la zona euro.
Se trata, sin embargo, de aquel occidente que ostentaba el culto del “deus invictus” cuya imagen también nosotros los argentinos enarbolamos como emblema nada menos que en “el sol incaico” en nuestra bandera. Somos los que esperamos”el alba del gran día” que vislumbró Yrigoyen y la “hora de los pueblos” cuyo sordo clamor anunciaba a Perón el advenimiento de la “comunidad organizada”.
Nos enorgullecemos de ser un pueblo “multígeno” de tradición occidental mediterránea (Grecia, Roma, España, Medio Oriente, Norte de Africa) hondamente enraízado en la origienariedad de América y futuro protagonista del universalismo en marcha.
Rubén Darío, poeta y profeta, lo sintetizó con fuerza de vaticinio en su oda “A Roosevelt”: “Más la América nuestra, que tenía poetas/desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,/ que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,/ que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;/ que consultó los astros, que conoció la Atlántida/ cuyo nombre nos llega resonando en Platón,/ que desde los remotos momentos de la vida/ vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,/ la América del grande Moctezuma, del Inca,/ (…) esa América/ que tiembla de huracanes y que vive de amor,/ hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive./ Y sueña. Y ama, y vibra, y es la hija del Sol.”
Alejandro Magno y la oligarquía
Perón, por su parte, en sus clases de Conducción Política, también recurría con frecuencia a la cultura clásica greco-romana. Refiriéndose a una clase de Evita sobre la oligarquía y su carácter de sirena devoradora que siempre está tentando a los peronistas con sus modos de vida, con su pasión por los círculos cerrados, con el hedonismo, el egoísmo y con su tendencia a la “acepción de personas”, la parafraseaba así:“Decía ella que Alejandro el Grande, que sin duda fue un rey descamisado, al salir de Macedonia regaló todos sus bienes preservando para él sólo la esperanza, también cayó en manos del sentido y del sentimiento oligárquico”. Así fue como Alejandro, que siempre había sido un rey descamisado, al apoderarse de Persia, entró al palacio de Darío, vio su trono de oro y exclamó: “Esto sí que se llama ser rey”. Entonces se aculturó, se asimiló a los persas y “cayó en manos de la oligarquía otra vez”. Conclusión del ejemplo: “Le pasó lo que dice la señora que no nos tiene que suceder a nosotros. Los conductores han caído mucho en eso.” Y continuaba Perón: “Yo voy a seguir tratando de los otros conductores, de los que no se asimilaron a la oligarquía”.