CAPÍTULO I
Los mitos del Perón de derecha, el Perón de izquierda, el Perón
liberal, el Perón de centro...
Mito: El Peronismo
liberal capitalista y la versatilidad doctrinaria.
Desde la historia “oficial”, se
ha sostenido que Perón fue un personaje políticamente mutable, a punto tal que
se habla de tres Peronismos: el Peronismo de la primera hora (fascista,
nacionalista católico, etcétera), el Peronismo de la segunda hora (liberal,
anticatólico, violento, etcétera), el Peronismo de la última hora, post 1955
(marxista o liberal –según quien hable–, moderado, etcétera).
Este discurso se esgrime desde
múltiples fuentes como ser: libros de colegios de ¿educación? Secundaria y/o
Universitaria, opinólogos de diarios, politicólogos, periodistas mediocres que
estuvieron con todos los oficialismos, o por lo menos que tienen más colores
que el camaleón que camina en un jardín florido y primaveral.
Éste es uno de los mitos
históricos más endebles que se ha coreado, pero como dijimos al comienzo
estamos en un mundo irreal con cuotas de realidad. Así es que, si bien es muy infundado,
ello es políticamente aceptado inclusive por personas que dicen ser peronistas.
Ciertamente si consideramos que
el cimiento de las “filosofía” del Peronismo, es la unidad de concepción
correlativa a la unidad de acción, fácilmente podemos concluir que la
versatilidad política del Peronismo, es una falacia.
Cabe considerar que si a
Jesucristo, el mismo Hijo de Dios, se lo ha pretendido ajironar a los tiempos a
punto tal que después del Concilio Vaticano II se han sostenido como infalibles
tremendas herejías y blasfemias; qué quedará para Juan Perón cuya alma era
puramente humana…
Retomando el tema de unidad de
concepción, presentaremos sintéticamente una explicación sobre la Tercera
Posición, y la noción del capital para el Peronismo. Así, se buscará destruir
el mito del Perón liberal que los historiadores (o fabuladores) hablan en relación
a la aprobación de la llamada “Ley de Radicación de Capitales”.
“En una palabra, una posición netamente argentina, para los argentinos,
la cual nos permitió seguir en cuerpo y alma la ruta de la libertad y de la
justicia que siempre nos señaló la bandera de nuestras glorias tradicionales”. “Toda
la filosofía de esta Tercera Posición, se encuentra escrita en la Doctrina Justicialista
y perfectamente delineada en las miles de realizaciones de nuestra etapa de gobierno,
en las conquistas sociales, gremiales y culturales de un pueblo que supo mantener,
impertérrito, su lealtad a estos principios durante los dieciocho años de cruenta
lucha, bañados por el sacrificio de muchos hermanos muertos, torturados y presos…”“Por
ello, libre de toda atadura ideológica extraña a nuestras nacionalidad, la República
Argentina puede hablar con altura moral a todos los países del mundo, tendiendo
su mano generosa, abierta y franca, sin reservas de ninguna especie, porque nuestro
Justicialismo nos permite buscar y hallar siempre las coincidencias necesarias como
para que todos los pueblos puedan hallar en dicha filosofía el camino tan anhelado
de la libertad” (3)
Desde el punto de vista
ideológico, la Tercera Posición Justicialista proclamó el derecho de todos los
pueblos a forjar su propio destino de acuerdo con sus auténticas tradiciones y con
la esencia de su forma de ser, en plena libertad e independencia. La concepción
peronista es la propuesta refundacional de un orden internacional justo, basado
en el respeto absoluto de la soberanía política de todas las naciones. La
convivencia política internacional –las relaciones internacionales– debe fundarse,
conforme a la perspectiva justicialista, en el derecho a la autodeterminación
de los pueblos y al respeto a los tratados libremente convenidos (
Pacta Stunt Servando: los pactos
están hechos para ser cumplidos).Frente al capitalismo y al comunismo, para la
Tercera Posición, el hombre no es ni un individuo egoísta y aislado ni un mero
instrumento dentro de un gigantesco engranaje colectivo; es un ser que vive en
sociedad, que libremente constituye la familia, las sociedades intermedias, el
estado, y en fin las sociedades internacionales. Así resume el tema el General
Perón en el documento antes citado: “
Para sintetizar nuestra
Tercera Posición Justicialista, diremos que el orden político implica poner la soberanía
de las naciones al servicio de la humanidad, en un sistema cooperativo de gobierno mundial, donde nadie es más que nadie. En orden económico, la
Tercera Posición es la liberación de los extremos perniciosos, como lo son una
economía excesivamente libre y otra exclusivamente dirigida, para adoptar un
sistema económico social al que se llega colocando el capital al servicio de la
economía.” (23)
“En el orden social, en medio del
caos que opera en el mundo fluctuante entre el individualismo y el
colectivismo, nosotros adoptamos un sistema intermedio cuyo instrumento básico
es la justicia social.”
Ahora bien, nos queda por
analizar la Tercera Posición Política ante los acuerdos de Yalta y de Potsdam,
con las correspondientes estrategias geopolíticas de las grandes potencias y
las interrelaciones de los grupos sinárquicos.
Finalizada la II Guerra Mundial,
o posteriormente a los acuerdos antes citados, las dos potencias hegemónicas
–los Estados Unidos y la Unión Soviética–, dividen el mundo en dos grandes
zonas de influencia. Heredero de la dominación británica –ya había sonado la
hora final en la decadencia del imperio inglés–, el dominio de América fue
obviamente adjudicado al imperialismo norteamericano que utilizará como
instrumento primordial la penetración económica –apoyada crecientemente por la
colonización cultural y, sin vacilar, en ciertas ocasiones, también por la
intervención armada–. Para ello cuenta, como elemento decisivo, con su alianza
con las oligarquías vernáculas (los cipayos), las que se transforman en dóciles
instrumentos al servicio de los intereses plutocráticos.
“Los pretextos para la entrega han sido muchos y muy variados; algunas
veces se la cubre con el rótulo del desarrollo, otras con el de la ayuda para
el progreso, también con el de la privatización de las empresas estatales, a
veces con el del aporte de capitales o inversiones extranjeras. Pero aunque los
pretextos pueden ser muchos, nadie se engaña sobre la verdadera causa, y
si la abyección no está en el imperialismo que, al fin y al cabo cumple sus
objetivos, recae infamantemente en los que, teniendo la responsabilidad de los
destinos nacionales, son capaces de traicionarlos. No digamos tampoco que esto
es nuevo, se lo viene practicando hace ya más de veinte años, en todas partes
con los mismos trucos, ante la pasividad culpable y consciente de los
responsables y la ruina progresiva de las naciones que llegan a caer en las
redes de la conquista y en las trapisondas delictivas de los que la hacen
posible.”
Y pensar que aún hay quienes juran por su madre
y el Sagrado, que Menem fue y es Peronista… (24)
Proclamada desde casi la primera
hora de su primer gobierno por el General Perón como una solución humanista y
cristiana de los problemas mundiales, la Tercera Posición política comenzó a
trascender entre naciones sojuzgadas por uno u otro imperialismo. Hastiados de
falacias ideológicas, el claro llamado al realismo político de la comunidad internacional
formulado por Perón atrajo la atención de muchos pueblos del mundo; pueblos a
los cuales, frente a la explotación, la dependencia y el vasallaje, solo se les
brindará la salida del ideologismo o la violencia.
La propuesta política tercerista
entiende que todas las naciones deben ser socialmente justas, económicamente
libres y políticamente soberanas. Todas ellas – con igualdad de derechos y
deberes, cualesquiera sean su extensión, su población, su historia o su
poderío – tienen una función internacional que cumplir. En la comunidad
internacional no deben existir naciones y pueblos dirigentes ni naciones y
pueblos dirigidos, ni naciones ni pueblos explotadores ni naciones ni pueblos
explotados.