La Tercera Posición
como concepción sui generis del Justicialismo
Tal vez cuasi influenciado de
manera alguna por Jacques Maritain, el Justicialismo se inclinó por las
directrices de la DSI en las encíclicas, desde la Rerum Novarum hasta ese momento,
formulando la concepción de Tercera Posición como política a seguir en el plano
internacional y nacional.
La Tercera Posición planteó el
derecho de todos los pueblos a escribir su propio destino, de acuerdo con sus
propias idiosincrasias, en plena libertad e independencia. Esta concepción
peronista es la refundación de un orden internacional más justo, basado en el respeto
absoluto de la soberanía política de todas las naciones.
Frente al capitalismo y al
comunismo, para la Tercera Posición el hombre no es un individuo aislado y
manipulable, ni un instrumento dentro de un gran y perverso engranaje
colectivo, sino que es un ser que vive en sociedad, que libremente se desarrolla,
constituye su familia, las sociedades intermedias, el Estado y sus asociaciones
internacionales.
Así la resume Perón: …“nuestra Tercera Posición Justicialista
diremos que, en el orden político, implica poner la soberanía de las
naciones al servicio de la humanidad, en un sistema cooperativo de gobierno
mundial, donde nadie es más que nadie, pero tampoco (49) menos que nadie. En
el orden económico, la Tercera Posición es la liberación de los extremos
perniciosos, como lo son una economía excesivamente libre y otra excesivamente
dirigida, para adoptar un sistema de economía social al que se llega colocando
al capital al servicio de la economía. En el orden social, en medio del caos
que opera en el mundo fluctuante entre el individualismo y el colectivismo,
nosotros adoptamos un sistema intermedio cuyo instrumento básico es la justicia
social“(Mensaje a la IV Conferencia de Países No Alineados, setiembre de 1973.
La Tercera Posición comenzó a
trascender entre aquellas naciones sojuzgadas por uno u otro imperialismo.
Cansados de falacias ideológicas, el claro llamado al realismo político de la
comunidad internacional formulado por Perón atrajo la atención de muchos
pueblos del mundo; pueblos a los cuales, frente a la explotación, la
dependencia y el vasallaje, sólo se les brindaba la salida del ideologismo o la
violencia.
La concepción política de la
Tercera Posición entiende la igualdad entre naciones, éstas deben ser
socialmente justas, económicamente libres y políticamente soberanas. Todas ellas
en igualdad de derechos y deberes tienen una función internacional que cumplir.
Por esto en la comunidad internacional no deben existir naciones y pueblos
dirigentes, ni naciones y pueblos dirigidos, ni naciones y pueblos explotadores
o explotados.
La mente enciclopedista
academicista liberal masónica ha logrado algo fundamental para mantener la
falsa historia, tantos años latentes: el reinado de la confusión y el desconcierto
general. Así lograron encontrar naciones como“ chivos expiatorios” de todos sus
atropellos imperialistas internacionales. Pero su mayor logro ha sido fragmentar
al mundo en “oriente y occidente”, cuando la verdadera división debió ser en “boreal
– septentrional” acorde a países so juzgantes y naciones sojuzgadas.
Actualmente, por ese
enciclopedismo de burundanga que ya hemos referido, se pretende analizar al
Peronismo academicistamente. Así los Grondonas, Neustadt, Feinmann,Bonasso
(léase Malasso), Yofré, entre centenas de etcéteras, analizan las políticas y discursos
del General Perón como de derechas, de izquierdas, o de centro, cuando en
realidad ese análisis de ningún modo integra una forma metódica del Peronismo para
analizar la historia política. El marxismo y el liberalismo pretendieron
confundir al mundo, hablando de países dominantes, y naciones subdesarrolladas.
Con ese afán acometieron hacer creer que no hay poderes mayores a las
soberanías de las propias naciones. Por eso, el Coronel Perón a la hora de
explicar la realidad mundial, había hablado de “las internacionales”, término
hoy en día reemplazado por la falsa dialéctica de “imperialismos”. El líder
justicialista concebía al mundo con poderes dominantes y naciones y/o
ciudadanos dominados.
Por ello para quienes somos
peronistas, no podemos caer en el discurso de hablar de izquierdas, de
derechas, o de centro, porque estos no son análisis metódicos de (50)
interpretación propios del Peronismo, sino de aquellos academicistas
subvencionados para enmarañar a la humanidad, reconociendo falsas patologías para
que nunca se encuentren verdaderos remedios a la auténtica enfermedad.
Para el Justicialismo, nunca fue
trascendental la dicotomía capitalismo, marxismo,(según Perón, lo primero la
explotación del hombre por el hombre y lo segundo la explotación del hombre por
el estado–agrego yo, en el primer caso explotación físico laboral, en el
segundo explotación a bombas, cañonazos y cohetazos, hambrunas, y genocidios
alevosos-), sino que las indudables dicotomías para el Peronismo devenía del
lema: “PRIMERO DIOS/LA PATRIA, DESPUÉS
EL MOVIMIENTO/NACIÓN, PORÚLTIMO LOS HOMBRES”.
De allí que la genuina dicotomía
peronista, sea patriotismo– cipayismo, sin dejar lugar a “terceras posiciones” en
este análisis. El Justicialismo siempre pregonó la unidad de concepción, para
la unidad de acción. No pueden tener uniformidad de concepciones aquellos que
tienen metodologías extrañas al Peronismo para la interpretación de la política
y la historia, pero eso es problema de todos aquellos, no es problema del
Peronismo ni mucho menos de los peronistas.
Aquellos intelectualoides de pacotillas
han criticado sobremanera al Peronismo por su supuesta carencia de “identidad”,
por su “pragmatismo político”, pero casualmente estos “críticos” son los que
jamás confiesan la propia identidad política desde la que se fundan a la hora
de hablar. Porque para hacerlo primero tienen que poner el cerebro en movimiento,
antes de poner la lengua en ello. Y resulta que estos tienen un cassette automático
a la hora de fiscalizar al Peronismo. Y porque también, nunca podrán ver la paja
en el ojo ajeno, sin ver la viga en el ojo propio, puesto que tanto “derecha”
como “izquierda”, son conceptos sin identidad, sin definiciones, totalmente
pragmáticos y anónimos.
Al decir del “Arkegueta” Alberto
Buela, es por ello que el Peronismo no tiene intelectuales, sino que tiene
pensadores, en tanto que el mundo de los intelectuales, aquellos que pertenecen
a la república de las letras, forma parte de la tradición ilustrada que tiene
su esplendor en el iluminismo racionalista de los siglos XVIII y XIX, cuyas consecuencias
politológicas fueron el liberalismo y el socialismo (sus derivados como el democratismo
y el marxismo).
Una reflexión al canto, que está
tan a la vista y que mirarla de frente parece que enceguece (como mirar
directamente al sol), es que los mismos que hablan de las “divisiones del
Peronismo”, poco refieren que el Movimiento Nacional, en tanto organización
política, no fue pionero en cuanto a fragmentaciones: recordemos sino el radicalismo
desde 1912 a la fecha, que en sus inicios tuvo el suicidio de su fundador
por discrepancias con su sobrino, o haciendo referencias a los más
acérrimos monopolizadores del análisis “divisionista” del Peronismo, los
marxistas, que en materias de divisiones es lo único en lo que a todos les ha
sacado ventaja. (51)
El humanismo político
del Justicialismo como idea diferenciadora de las demás ideologías
Nadie ha descrito al
“humanismo justicialista” de manera tan completa y perfecta, como lo ha hecho
el profesor Dr. Carlos A. Disandro:
Documento Anexo – La Hostería Volante (Órgano
delpensar americano para una cultura humanista y política, Americana, n° 48, La
Plata, República Argentina, Agosto de1997).
“Frente a un mundo contemporáneo de difíciles raíces negativas y de
grandiososhorizontes promotores, es menester trazar una sucinta comprobación de
nuestra idea fundante, para afirmar la Nación como un destino que se
clarifica, el Estado como una conciencia histórica que permite la articulación
entre Patria eterna y el quehacer político y cotidiano impostergable. Es
preciso partir en este tema de la expresión Humanismo Político para comprender
el alcance de esta problemática. Al decir humanismo político entendemos un
conjunto de premisas, una filosofía del hombre, una concepción de su destino,
de su tarea, de su existencia. El carácter constructivo del humanismo radica en
unir todos los momentos históricos, por una parte, y en intentar una
fundamentación del mismo hombre, apoyada en instancias trascendentes siempre
valederas. En la coordenada vertical, todo humanismo auténtico implica subrayar
un reclamo a las fuentes históricas, el despliegue de sus consecuencias más
importantes y la ejecución de una labor que se diferencia por matices
incuestionables, pero que respetan siempre esa línea de creatividad.
Modernamente todas las tendencias pretenden ser un humanismo porque con
mayor o menor intensidad intentar proyectar un modelo de hombre, que signifique
una victoria, una superación, una complementación. Y así se habla incluso de
“humanismo marxista” capaz, según sus voceros, de plantear en forma definitiva
el significado dela historia, la ubicación del hombre en ella y más particularmente
del hombre actual sacudido por tensiones innúmeras. EL JUSTICIALISMO ES, en
este sentido, UN HUMANISMO, QUE PROPONE SUS PROPIAS FUENTES, SUS PROPIAS CONNOTACIONES
y SUS PROPIAS CONCLUSIONES. No es, pues, un anti-nada, aunque de sus premisas
doctrinales se desprende una posición claramente contrapuesta a ciertas
posiciones actuales; pero al mismo tiempo en esas premisas se intenta recuperar
una totalidad del hombre, (52) una diafanidad del hombre y una proyección
concreta del mismo en la situación americana. Desde este punto de vista, EL JUSTICIALISMO ES CONNATURALMENTE
ANTI-MARXISTA.
De esas significaciones derivan otras consecuencias importantes no sólo
desde el punto de vista doctrinal, sino sobre todo desde el punto de vista
práctico. El humanismo político no se restringe al acto de inteligencia
cultural o política, a la capacidad de comprender el pasado o el presente. En
un cierto sentido, tal como lo entiende Pericles en un texto famoso, resume la
totalidad del hombre en la construcción del Estado, lo que sería la obra de
arte por excelencia. Si enseñar, curar, estudiar, comerciar, etc., manifiestan
funciones del misterioso trasfondo de la natura humana, gobernar a los hombres
sería el más sublime motivo del humanismo, la más perfecta obra de arte, pero
también la más terrible tarea propuesta a los mismos hombres. Pues el arte de
gobernar es el arte de hacerlos más hombres, o sea más justos; el arte de
persuadirlos, o sea hacerlos más dóciles al bien común; el arte de protegerlos,
consolarlos y estimularlos, o sea hacerlos más activos y más pacíficos al mismo
tiempo.
El Justicialismo, como un árbol cuya sombra protege a cualquier
caminante, hunde sus raíces en estos densos estratos del humanismo
grecorromano; pero sus ramas y sus frondas, lúcidas y sencillas, están al
alcance de cualquiera, como corresponde a la tarea de gobernar, persuadir e
ilustrar a todo el pueblo argentino. Esta sencillez es hermana de su vasta
profundidad; por ello, surge aquí un alertado sentido político, que extraña a
los observadores extranjeros, no siempre justos con la noble condición del
argentino. Pero es nuestro deber profundizar tales raíces, hacerlas
ostensibles, repensarlas y precisarlas, sobre todo en las instancias de este
presente contradictorio en que está comprometido el destino de la patria y por
ende la existencia de la Nación. En una palabra, EL JUSTICIALISMO ES UN
HUMANISMO, EN CUANTO PARTE OSUPONE UNA FILOSOFÍA DEL HOMBRE, UNA FILOSOFÍA DE
LA HISTORIA; Y ES UN HUMANISMO POLÍTICO, EN CUANTO PRETENDE AFIRMAR LAS PREMISAS
QUE CONFIGURAN LA EXISTENCIA DEL ESTADO, LAS CARACTERÍSTICAS DE LA VIDA POLÍTICAS
COMO UN ACTO CREADOR, LAS CONDICIONES DE UN GOBIERNO QUE SIGNIFIQUE LA JUSTICIA
(ESENCIA DEL JUSTICIALISMO), EL ORDEN, LA PAZ, EL TRABAJO, LA PIEDAD, etc. Pero
como humanismo se confronta, se contrapone y dirime con otras regimentaciones
que también se consideran humanistas, y que pretenden asimismo derivar
consecuencias políticas, que debemos establecer, criticar y rechazar. Nos
referirnos en particular a las formas del liberalismo, del marxismo y del
desarrollismo. De esa referencia se deducirá al mismo tiempo la característica
positiva del Justicialismo y las consecuencias políticas de sus premisas. Deduzcamos
ahora las notas positivas de este humanismo. (53)
Es un humanismo cristiano, lo que quiere decir que excluye toda
pretensión de ateísmo, que reclama un fundamento trascendente a los hombres y
que afirma el carácter de ágape en las obras del hombre. Pues el Cristianismo
trajo una profunda renovación y perfección: el amor y la justicia entre los
hombres es no sólo resultado de los hombres, sino presencia activa de la
divinidad en el mundo. Desde este punto de vista, el Evangelio, sin interferir
en las estructuras políticas, confirma los valores de la patria terrenal, hic
et nunc, en la medida que afirma la patria del celeste, del cielo.
Es un humanismo en que ciudadano y populus se armonizan en la Nación y
el Estado. Para ello se requiere la articulación de tradición e innovación. Es
un humanismo que procura el equilibrio entre justicia y libertad.
Es un humanismo que integra autoridad, justicia y libertad y que en
consecuencia, favorece las virtudes creadoras de los hombres, pero los cuida de
una voluntad de dominio.
Es un humanismo del trabajo en tanto construye la existencia profunda
del hombre, la liga solidariamente a una sociedad abierta que permite
consolidar los bienes de la Nación. El humanismo del trabajo es fundamental en
la doctrina justicialista, que sería gravemente distorsionada y alterada si
renuncia a tales requisitos.
Plantear entonces el contenido positivo de un humanismo cristiano que a
nivel político implica que el Estado y el hombre representan la más alta norma
de instauración espiritual y creadora, en el marco de una justicia que hace más
libre, de una libertad que hace más justos. Sin esta armonía pues, los caracteres
de una revolución cultural que solapadamente quiere instrumentar al Peronismo
podrían establecer una nefasta confusión y además podrían destruirse los
valores eminentes del hombre argentino, relegarse las pautas de soberanía e
independencia y abatir la construcción de una justicia social que siendo
requisito del Estado es al mismo tiempo fundamento de un hombre más apto, más
justo y más noble. (54)